En los veranos calurosos siempre lamentamos la aparición de alguna que otra ola de calor extrema que siempre empuja a la gente a encontrar alguna forma de refrescarse.
Esta búsqueda permitió la aparición de muchas tradiciones, dispositivos e innovaciones técnicas, pero sólo uno de todos ellos logró capturar nuestra imaginación y deseos. Uno que nos proporcionó a todos un delicioso momento para disfrutar del sol y refrescarse como nunca antes. Esta es la historia del helado.
Los primeros helados aparecieron en la antigua Persia, hace unos 2.500 años, y en aquellos primeros tiempos todos se basaban en agua edulcorada que se helaba, se molía en trocitos y se decoraba con diversos aderezos de sabor y frutas. Podríamos decir que el granizado es el primer ancestro de todos los tipos de helados.
Esta tradición de producción de helados llegó poco a poco a los imperios griego y romano, donde los helados eran acogidos con las manos abiertas y utilizados generosamente por las clases altas romanas que disponían del dinero necesario para financiar un proceso de producción muy costoso.
Lamentablemente, tras la caída del Imperio Romano, el transporte organizado de hielo desde las montañas hasta las ciudades de abajo se detuvo, y el helado se convirtió en un producto aún más caro. Poco cambió en los 1.000 años que siguieron a la caída de Roma, y sólo cuando Europa empezó a salir de la Edad Media, el helado consiguió resurgir en la Italia del Renacimiento.
Durante los siglos XIII y XIV, Italia fue el centro del comercio con Oriente Medio y Asia, y su contacto con nuevas e innovadoras recetas de helado permitió que esta delicia veraniega se extendiera lentamente por toda Europa.
Esta expansión del helado no fue fácil, y sólo se produjo después de que la noble italiana Catalina de Médicis fuera a Francia para casarse con el duque de Orleans (futuro rey de Francia) en 1.533. Allí presentó a la nobleza de la Europa continental las maravillas de Oriente: utensilios para comer, zapatos de tacón y, por supuesto, el helado.
Con la nobleza aumentando su demanda, inventores, técnicos y cocineros pusieron todo su empeño en desarrollar nuevas ideas que derivaron en el aumento de la popularidad del helado y su disponibilidad en todo el mundo.
Los vendedores ambulantes norteamericanos empezaron a vender helados sólo unas décadas después de Francia e Inglaterra, y la revolución industrial fue el pistoletazo de salida para, de forma lenta pero constante, ir intentado solventar los problemas de la refrigeración de alimentos.
La solución a ese problema no llegó hasta 1.926, cuando la refrigeración se hizo finalmente realidad con los congeladores eléctricos. Esto permitió a los fabricantes industriales empezar a producir grandes cantidades de esta delicia congelada, lo que redujo el precio de los helados a niveles aceptables para todos.
La gran popularidad del helado en Estados Unidos (sobre todo durante la prohibición y la caída del mercado en los años 30) no se trasladó a Europa hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Después de la Segunda Guerra Mundial, la industria del helado recibió una expansión masiva, lo que permitió la creación de innumerables sabores de helado, ingredientes artificiales y un precio accesible.
Hoy en día, la industria del helado gana decenas de miles de millones de dólares cada año, siendo Estados Unidos el mayor consumidor de esta fenomenal golosina veraniega.